Mi camino profesional comenzó con una profunda vocación por comprender al ser humano y acompañarlo en sus procesos vitales. Por ello, decidí formarme en Psicología, una disciplina que me permitió adquirir herramientas sólidas para el acompañamiento emocional, el análisis del comportamiento y la promoción del bienestar psíquico.

Desde los inicios de mi formación, sentí la necesidad de complementar mi aprendizaje académico con la experiencia directa en el ámbito social. Esto me llevó a colaborar como voluntaria en diversas asociaciones, donde trabajé con personas sin hogar, con población reclusa y con personas con enfermedad mental grave, este último acabó siendo mi trabajo durante diez años de mi vida.

Estos años trabajando en el ámbito social marcaron profundamente mi mirada como profesional y como persona: me enseñaron a escuchar sin juicios, a respetar los ritmos de cada individuo y a confiar en la capacidad de resiliencia y auto regulación del ser humano.

Trabajar con estos colectivos en contextos de tanta vulnerabilidad me permitió conectar con la dimensión más humana de la psicología. Fue precisamente esa experiencia la que me impulsó a especializarme en terapias humanistas, un enfoque que considera a la persona como un ser íntegro, libre y en constante búsqueda de sentido.

Actualmente, ejerzo como psicoterapeuta en consulta, acompañando a personas en sus procesos de crecimiento personal, sanación emocional y autoconocimiento. Mi práctica se basa en el respeto profundo a cada historia, la presencia auténtica y la confianza en los recursos internos que cada persona posee para transformarse y vivir con mayor plenitud.

Mi trayectoria integra la técnica con la vocación de servicio, y combina la psicología con una mirada cálida, ética y humanista. Creo firmemente que no hay transformación sin vínculo, y que la escucha genuina puede ser, en sí misma, un acto reparador.